No es cosa rara ya, que hayan días raros con experiencias raras, pero en fin, uno se acostumbra poco a poco, por que de porrazo te vuelves loco. Y así, en uno de esos días raros, en los que sale el sol brillante luego de una muy fría mañana, sucedio que Katerine se enfermó.
Sucedió de la nada, estaba frente a dirección cuando la encontré, estaba con su maestra y a su alrededor revoloteaban, como mariposas en primavera, Verónica y Nicole, preocupadas al extremo por su amiga.
Me rodearon e intentaron explicarme como pudieron lo que sucedía pero no lo lograron, entonces la vi nuevamente y no sonreía. Y es que es raro que se borre una sonrisa como la de 'Katerisitas'. La profesora me explicó lo que pasaba y me pidió llevarla a su casa.
-Esta bien, yo la llevo- dije, de pronto las dos amigas desaparecieron por un instante y volvieron trayendo su mochila y su lonchera mientras la maestra explicaba lo sucedido en el cuaderno de control. Katerine no tuvo tiempo de reaccionar... nadie a esa velocidad. Se despidieron encargándomela mucho.
-Que envidia te tengo,- le dije- tienes buenas amigas-
Y nos fuimos conversando de cosas que ya olvidé, recuerdo que en el camino pisé una arañita, ella lo notó porque iba mirando el suelo hasta que llegamos a su casa y... no había nadie.
Entonces me contó de su hermana mayor, de sus perros, uno dálmata y el otro llamado pelusa; me contó de cuando vivían en otro lado y muchas cosas que se les ocurren a los niños, y ya ibamos a regresar cuando un perrito dálmata apareció por la esquina con una esquina que traía la bolsa del mercado. Ella no les había visto.